domingo, abril 01, 2012

Tepeaca


Pasamos Huejotzingo. Seguimos. Cruzamos la autopista por abajo y avanzamos hasta encontrar la desviación a la izquierda y en minutos llegamos. Tepeaca es un pueblo en un terreno plano. Inmediatamente está el cerro.


En el centro está instalado un tianguis, suponemos que dominical. Muchas imágenes religiosas entre la que destaca el Niño Doctor.


Frente a la iglesia hay sendas filas de artesanos tejiendo palmas. Es el día de la bendición de éstas. Y esta escena evoca el poema la Suave Patria del poeta Ramón López Velarde.
...

Si me ahogo en tus julios, a mí baja
desde el vergel de tu peinado denso
frescura de rebozo y de tinaja:
y si tirito, dejas que me arrope
en tu respiración azul de incienso
y en tus carnosos labios de rompope.

Por tu balcón de palmas bendecidas
el Domingo de Ramos, yo desfilo
lleno de sombra, porque tú trepidas.

Quieren morir tu ánima y tu estilo,
cual muriéndose van las cantadoras
que en las ferias, con el bravío pecho
empitonando la camisa, han hecho
la lujuria y el ritmo de las horas.

...


Es tarde y partimos.

En la carretera nos detenemos en dos ocasiones para el paso del tren. Ya lo dijo Elena Poniatowska al titular uno de sus libros: El tren pasa primero. El segundo de estos largos vehículos lleva de pasajeros a migrantes entre la penúltima y última góndola.


En alguna parte de las faldas del Cofre de Perote cayó granizo. Están al lado de la carretera tres pequeñas esculturas de hielo, de granizo.