El alivio en la selva

Hoy estuve en Orizaba. Por la tarde, después del trabajo, fuimos a Fortín de la Flores. Guiados por Paco, por un sendero entre la vegetacióon exhuberante, selvática, llegamos a la casa del alivio.
Ayer en la noche sufrí una caida, me dolía intensamente el brazo izquierdo. Con dificultad conduje el auto hoy, muy temprano, para reunirme con Polo. En su vehículo partimos, fue un alivio temporal para mí, casi no podía mover el brazo, me dolía.
Allá en Fortín, en el lugar de la vegetación intensa, me atendió el señor Adrián Blanco: ¿Qué le pasó?, me caí, metí la mano izquierda, luego mi brazo fue vencido por mi peso. Me auscultó. ¡Ay! me duele, aquí está el problema. Me dió un masaje en el hombro con una lampara roja, que hace las veces de calefactor. Me empezó a curar con electricidad. Me tronó los dedos: meñique,
click, anular,
click, medio,
click, indice,
click, pulgar,
click. Me tronó la muñeca,
ckock. Me jaló muy rápido y fuerte el brazo,
cloock. Sentí un dolor intenso. Nunca antes había sentido tanto dolor, un vacío en el estomago. Me doblé. Me recuperé y me mostró un dibujo del esqueleto humano. Aquí estaba el problema señaló con su indice derecho. Tengo luxado el hombro. Ya está en su lugar, me dijo. Le pregunté cómo aprendió a curar, viendo como lo hacía mi padre, me dijo. Tiene colgado en su cúbiculo un recorte de diario enmarcado que hace un elogio de su padre. Le agradecí. Me despedí.

Salí de esa pequeña selva pensando y con el brazo adolorido. Ya entendí para qué sirve la anestesia. Me acordé lo que narra en su novela
La última hora del último día Jordi Soler, quien vino desde Barcelona a tratarse un problema de la vista con una curandera de esta región, después de tratarse con los tres mejores oftalmologos de la capital catalana. Me sigue doliendo el brazo. Regresé a Xalapa. Escribo con dificultad. Mi clavícula izquierda está en su lugar.